lunes, 21 de junio de 2010

JOSÉ SARAMAGO: EL HOMBRE QUE SE LLEVÓ LA VIDA

Estimados amigos y amigas:
Sería simplista y muy poco digno decir para este “comunista libertario” como se definía el decano de los poetas portugueses, que ha muerto. La categoría de estas personas son las sonrisas espontáneas que la vida nos regala a la cultura, las letras, la política y la sociedad. "Gracias, obrero de las palabras que te pusiste al servicio de los humildes", se podía leer en el libro de oro abierto en la capilla ardiente, por donde pasaron miles de personas, muchas de ellas, que jamás habían leído un libro suyo. Porque Saramago fue y es mucho más que un Premio Nobel de Literatura, un escritor y un poeta, es un referente donde los pobres y humildes encontraron siempre un hombre comprometido con la libertad y la defensa de los derechos humanos. Sensible como el que más ante el sufrimiento y la injusticia, por eso decía que escribía "para comprender" un mundo al que describió como "la sede del infierno".
La novela El Evangelio según Jesucristo (1991), lo catapultó a la fama definitiva a causa de una polémica sin precedentes con la derecha portuguesa y con la Iglesia de Roma. Exquisitamente molesto para la derecha católica del mundo, se decía ateo y decía "Dios es el silencio del universo, y el ser humano, el grito que da sentido a ese silencio".
Pero si algo hizo Saramago fue soñar, soñó siempre y donde vivió, en Portugal o en Lanzarote. Soñaba con una tierra libre de toda opresión, de toda miseria de toda persecución –la que él mismo había sufrido-. Soñaba con un mundo donde los fuertes eran más justos y los justos eran más fuertes, un poco más fuertes cada día. Sus sueños llenaron páginas llenas de ideas, de ilusiones de vida, de la vida misma en tal grado, que leerle es discurrir por el ser del poeta y las venas abiertas de la historia de los pueblos y sus habitantes sencillos, humildes, pobres, humanos. Tan sencillos, humildes, pobres y humanos, como este progresista empedernido que dejó “la sede del infierno” para pasar al cielo de la historia, desde donde nos seguirá dejando caer sus enseñanzas de vida cotidiana y sus sueños cargados de utopía necesaria.






Un saludo
Gloria Calero

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