Estimados amigos y amigas:
La crisis internacional, es decir, la caída del modelo neoliberal (sin coste alguno para ellos), para realizar los más variados negocios y, la mayoría de las veces, junto a la especulación despiadada de los mercados, dejó al mundo al desnudo y ahora
llegó la hora del ajuste. La inmensa mayoría nos hemos ajustado en algo. Algunos como consecuencia no querida e irremediable, pero otros, en este caso las administraciones públicas, por responsabilidad y obligación política ante sus ciudadanos, al ser los encargado de gestionar y administrar con eficacia las prioridades y destinos de los impuestos, los dineros de todos y todas. Lo ha hecho el Estado Nacional, algunas Autonomías y otros Ayuntamientos. Pero, y aquí nos centramos en la hora de la verdad,
Algunos Alcaldes y Alcaldesas se niegan. Dos encabezan la marcha de protesta: Gallardón en Madrid y Barberá en Valencia. Los dos del PP, la derecha, que vive en plena contradicción entre cinismo, hipocresía y doble moral.
Don Mariano patalea y grita a Zapatero la obligación de "adelgazar" la Administración y reducir el Estado a su mínima expresión, pero el mismo PP recurre inmediatamente a papá Estado para solucionar, endosarle sus fastos y el endeudamiento galopante de su gestión liberal e insostenible.Por eso digo, que ha llegado la hora de los Alcaldes y Alcaldesas “de verdad”, de dejar de lado el clientelismo exacerbado, las presiones grupales, los actos ostentosos y las fiestas para unos pocos. Qué fácil es gobernar con dineros ajenos y fáciles, con deudas y prestamos de difícil justificación y dudoso pago, que malo es cuando un Alcalde o Alcaldesa entra en esa espiral populista, que complicado es cuando hay que gestionar sólo con los recursos que tienen y sin poder endeudarse porque ya se han sobrepasado dos o tres veces lo que la ley permite.
Ahora toca, siempre se tendría que haber hecho, establecer prioridades y paralelamente, reducir el gasto superfluo. Esto muestra al gobernante su más clara sensibilidad y pone al desnudo a dónde van a parar los dineros inútiles, no productivos o innecesarios.
Gallardón fue a pedir una excepción para seguir gastando a manos llenas dinero público, sin preocuparse para nada de la corresponsabilidad exigida, por ser también Estado, en estos momentos donde lo que hay que hacer es recortar el endeudamiento público, el déficit. Algunos datos interesantes de Madrid:
El Alcalde del Ayuntamiento más endeudado de España, gastará en la reforma del Palacio de Cibeles, sede de la Alcaldía, 124 millones de euros. Cada día, a partir de marzo del 2011, cuando esté terminado, costará a los madrileños y madrileñas, sólo en limpieza y pequeñas reparaciones, 3.000 euros al día.
Lleva sin pagar los servicios de limpieza de la capital desde 2009. Hay más:
Un amigo de este Blog, dejó unos datos sobre Madrid para vergüenza del despilfarro y la inversión improductiva: “
A 30 de junio, el Ayuntamiento de Madrid debía 7.145 millones de euros, según el Banco de España, una cifra que ha roto el espinazo de sus proveedores, algunos de los cuales llevan sin cobrar 11 meses y, por extensión, sin abonar las nóminas de sus trabajadores. Para hacerse una idea de cómo gasta este hombre tomen el siguiente dato: al llegar Gallardón a la alcaldía la deuda de Barcelona era ligeramente superior a la de Madrid; hoy es la novena parte.
7.000 millones de pesetas a trasladar al elitista barrio de Salamanca la concejalía de Asuntos Sociales para que su inquilina de entonces, Ana Botella, se sintiera como en casa; es faraónico destinar 530 millones al Palacio de Correos, que es donde el alcalde ha sentado sus reales; es una tomadura de pelo olímpica que siga sin saberse el coste de la insensata aventura de los Juegos de 2016; es un disparate sembrar de granito algunas calles; han sido un sarcasmo los fastos del aniversario de la Gran Vía; y es una gracieta anual las psicodélicas y costosas luces navideñas”.La Alcaldesa de Valencia, ya hemos hablado mucho de ella en este blog, la segunda ciudad más endeudada después de Madrid,
supera el 122% del presupuesto, Dña.
“Irrita” Barbera, símbolo del despilfarro, de la grosería y mala educación, morosa en sus pagos a pequeños y medianos proveedores, con el perjuicio que eso ocasiona, igual que su compañero de Madrid, ha llegado a decir:
“el ayuntamiento de Valencia sólo acometerá recortes y abonará sus deudas con el Estado si dimite Zapatero”. Para que pague al pequeño y mediano proveedor que le debe dinero ¿Quién tiene que dimitir?
“Valencia no se suma a la política de Zapatero, va a hacer lo contrario”, pero sí quiere que Zapatero le siga permitiendo que se endeude más y más para que siga “la fiesta”
La fiesta improductiva, la propaganda demagógica y la tropa de liberados y asesores/as que sólo hacen de acompañantes, de alfombra roja en un cortejo de mediocridad y opacidad administrativa y de incapacidad como gestora, que sigue hipotecando a generaciones futuras y donde ya a anunciado que congelara los gastos sociales, en vez de congelar la fiesta de sus amigotes,
¿Esta forma perversa de gestionar es culpa de Zapatero? Amigos y amigas esta es la realidad de estos “grandes” Alcaldes de estas emblemáticas ciudades.
Son el símbolo del despilfarro a manos llenas de un PP irresponsable, desvergonzado y sin sentido de Estado que, cuando hay dinero, no ahorran, cuando no lo hay, gastan como si hubiese y cuando hay que hacer un esfuerzo de corresponsabilidad, miran para otro lado e insultan al Presidente. Nada más opuesto a un Alcalde o Alcaldesa de verdad.Lo de Irrita Barberá y el Gallardo Gallardón no tiene nombre, tiene calificativos: Falta de sentido de Estado, irresponsabilidad incomprensible al hipotecar el futuro económico de las ciudades por décadas, descaro y demagogia política al lanzar el balón de sus propias responsabilidades en el campo de juego de Zapatero.
Es la hora de los Alcaldes y Alcaldesas, de verdad, no de esta “parodia”. Sean del partido que sean, pues ellos son también Estado y cada uno está obligado a hacer el ajuste de aquello que, como todos hemos hechos en mayor o menor medida, recortando lo superficial, inútil o innecesario en estas circunstancias.
Un saludo
Gloria Calero
4 comentarios:
Está demostrado que no basta con hacer los deberes. Las fuerzas especulativas del mercado están desatadas y los gobiernos se muestran impotentes ante su furia avasalladora. El Ejecutivo de Zapatero ha aprobado el mayor plan de ajuste de la democracia, ha impuesto una durísima reforma laboral, está decidido a cercenar más derechos mediante la reforma del sistema de pensiones, y, a pesar de ello, la desconfianza de los tiburones financieros en la deuda española alcanzó ayer cotas desconocidas desde hace 15 años.
Frente a ese embate, el discurso oficial consiste en repetir machaconamente que hay que meter sin más dilaciones el bisturí en las pensiones y acometer de inmediato la “reestructuración” de las cajas de ahorros. Reestructurar, en el lenguaje liberal dominante, significa privatizar: poner el 51% restante del ahorro español en manos de los bancos, en vez de haberse aprovechado la oportunidad para sentar las bases de una institución bancaria pública.
Lo que se está viendo, además de una crisis profunda del capitalismo, es un fracaso estrepitoso del proyecto europeo, cuyos líderes no han tenido durante los últimos años la altura de miras para acompañar la unidad económica con una unidad política. Ayer, sin ir más lejos, la Eurocámara –única institución europea elegida por votación directa– instó al Banco Central Europeo a que ayude a frenar la tormenta comprando más deuda de los estados, pero lo previsible es que ese llamado caiga en saco roto. El mensaje, muy peligroso, que se está transmitiendo a los ciudadanos es que cada Estado ha de salvarse como bien pueda.
Ana M Torrejón
De las pocas cosas claras sobre la crisis actual, la más clara es que sobre ella no hay nada claro. Ni sobre su comprensión ni sobre su tratamiento ni mucho menos sobre su posterior evolución. La semana pasada, en sede parlamentaria, Zapatero admitía la posibilidad de una recaída en la recesión. En medio de una vorágine en la que quiebran países enteros, nadie está seguro de qué va a suceder mañana.
En un primer momento, asombrados los gobiernos de la profundidad de la crisis, se admitió la posibilidad de que fuera sistémica y se formularon hueros propósitos de “refundar el capitalismo”. Luego resultó que se trataba de meras turbulencias, incluso huracanes financieros pero nada que las economías de mercado no pudieran asimilar provistos los correspondientes ajustes. Con lo que la refundación quedó para mejor momento. No es disparatado decir, sin embargo, que esta crisis es estructural, del modo de producción capitalista, que se trata de la famosa “crisis general del capitalismo” que los marxistas se hartaron de esperar en el siglo XX, con el agravante de que no es, en verdad, “general”, pues hay un capitalismo de momento indemne en los llamados “estados emergentes”, China, India y Brasil.
En estas condiciones en que la comunidad occidental, incluida la Unión Europea, corre peligro de de-
sintegrarse políticamente en una especie de estado de naturaleza internacional, parece razonable que todas las fuerzas políticas apoyen al Gobierno en sus esfuerzos y políticas por superar la crisis que, por lo demás, han sido santificados por los organismos supranacionales pertinentes. Es más, el Gobierno debe exigir esa concentración de fuerzas apelando al patriotismo de todas.
saludos Gloria
José María Maciel Coix
Si una familia no puede pagar su hipoteca, pierde la casa y se va a la calle; no es nada personal, sólo negocios. Si una pequeña empresa no puede asumir sus deudas, la empresa cierra y sus trabajadores se quedan en el paro. Lo mismo sucede cuando la empresa es mediana y también con la mayoría de las grandes. Es uno de los pilares del capitalismo: el que invierte puede ganar porque asume el riesgo de perder. Pero esta norma básica de la economía de mercado no funciona siempre, porque todas las empresas son iguales, pero algunas más que otras. Cuando un gran banco quiebra, como se ha visto estos años, el Estado acaba cubriendo las pérdidas porque existe “riesgo sistémico”: porque las consecuencias de su bancarrota para toda la economía son tan terribles que sale más a cuenta rescatarlo.
Con suerte, el nuevo capitalismo refundado (ja, ja) nos dejará una regulación que impedirá a los bancos con “riesgo sistémico” asumir determinadas apuestas; tendrán que andar con pies de plomo, no podrán endeudarse alegremente. Hace meses que el G20 está negociando esos límites. Parece una medida razonable hasta que se aleja el foco de la óptica contable. Si una empresa es demasiado grande para caer, también es demasiado grande para existir: debería ser dividida en varias más pequeñas, como se hace con los monopolios. Y tampoco es digerible por una cuestión moral. No es un riesgo para el sistema que haya un 20% de paro; tampoco que las pensiones se congelen, que se recorten los derechos sociales o que decenas de miles de familias se queden sin casa. Sí lo es, parece ser, que pierdan los inversores de un banco, lo cual demuestra que el sistema no es un medio sino un fin; una ecuación donde cada día importan menos los ciudadanos.
saludos
Inés Montilla Cabanet
Don Juan Carlos ha cumplido 35 años en el trono y, aunque con menor intensidad que en otras ocasiones, las laudatorias han vuelto a bruñir con aladdin su regia armadura. La tradición exige que, coincidiendo con el aniversario, se glorifique especialmente el pilotaje de la dictadura a la democracia de quien fue designado a dedo por el dictador. Su papel en la transición, según se nos dice, justificaría que él y sus herederos sigan ciñendo la corona, que al fin y al cabo da al país un toque retro muy elegante. De ahí que aceptemos sin más pulpo como animal de compañía, cuando lo normal sería constatar que si el Rey optó por la democracia fue porque no tenía otro camino. ¿Acaso alguien podía imaginarse en 1975 una restauración del absolutismo?
La exaltación de su figura ha convertido al Rey en un mito en blanco y negro con voz en off de Victoria Prego. A la inviolabilidad constitucional de la que disfruta, se unió la contemplación acrítica de sus acciones y la disculpa de sus meteduras de pata. El jefe del Estado podía ausentarse del país sin dar cuenta a nadie de su paradero, crear conflictos diplomáticos mandando callar a presidentes de otras naciones, aceptar coches de lujo y carísimos yates o participar en oscuros negocios, de los que se tenía noticia cuando sus asesores financieros acababan en el banquillo o en el trullo.
La omertá que los principales partidos políticos han establecido en torno a la monarquía ha permitido a esta singular familia abstraerse de la exigencia básica de explicar qué hace con el dinero de todos y hasta dónde alcanza su patrimonio. Los ciudadanos tenemos derecho a conocer si el Rey compra acciones del Popular o de ACS, o si tiene deudas con algunos de sus primos árabes, lo que nos permitiría entender por qué el saudí Fahd no iba a la Zarzuela en sus estancias en España sino que era nuestro jefe de Estado el que le giraba visita a su palacio de Marbella.
Jesús Mont
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