martes, 30 de agosto de 2011

LA ESPAÑA DE HOY. “NO SÉ… PERO ME OPONGO”

Estimados amigos y amigas:
Nunca me he tenido, ni me ha calificado quien me conoce, de mujer conformista, todo lo contrario, pero les tengo que decir que esta convulsión de OPINOMANIA y estar en contra de TODO que estamos viviendo en España, me tienen verdaderamente perpleja.
Ahora le toca al techo del déficit, al endeudamiento o como lo queramos llamar del Estado, entendiendo por Estado también a las Comunidades Autónomas y Ayuntamientos. Todas las manifestaciones, concentraciones, opiniones y ríos de tinta en los medios escritos, ¿quiere decir que no estamos de acuerdo con que haya un techo de gasto? ¿quiere decir que estamos de acuerdo en que cualquier dirigente político gaste lo que quiera y en lo que quiera, aunque no tenga? creo que NO y ¿creen de verdad que hay que hacer un referéndum en estos momentos para votar una obviedad?, QUE NADIE SE ENDEUDE MAS ALLÁ DE LO QUE PUEDA PAGAR, creo que NO, pues, solo se trata de esto.
¿No hemos entendido aún después de estos años, que deuda y estado de bienestar no significan en absoluto una correlación política? Las políticas sociales y el estado de bienestar van íntimamente ligadas a la ideología de un gobierno. Tenemos dos ejemplos, uno la Comunidad Valenciana que ha superado todo lo previsible, incluso lo legalmente permitido, en materia de deuda. Y otro Cantabria que no tiene deuda. Espero que nadie se atreva a afirmar que los servicios sociales, la sanidad, la educación o el estado de bienestar es mejor en Valencia que en Cantabria ¿verdad?.
Además, hay dos tipos de deuda, la productiva y social, la que se genera para crear infraestructuras útiles, empleo, economía sostenible y para asistir a los más necesitados. Y la deuda improductiva, que se va en gasto corriente, en fiestas inútiles, en obras faraónicas pero no rentables, en espectáculos multimillonarios para unos pocos, en corrupción y cohecho o sobrecostes injustificados por medio de tramas mafiosas. Si están pensando en el PP de la Comunidad Valenciana, aciertan.
Y… lo que algunos dicen categóricamente, que el estado de bienestar y el gasto social, serán los primeros en recortarse, les digo... que dependerá de la ideología y prioridades del gobierno que triunfe en las próximas elecciones y de los gobiernos de las Comunidades y Ayuntamientos, pues la reforma que se plantea NO DICE NADA DE CÓMO GASTAR EL PRESUPUESTO.
Les debo confesar que a pesar del tiempo que llevo en política, me cuesta entender el “matiz” de si, tocar la Constitución en algo tan obvio es tan grave o no. Por eso me llama la atención la cantidad de movimientos, sectores, grupos, gente común que tienen tan claro que no se debe, ni se tiene que hacer. Sinceramente creo, que han optado por el método de análisis y opinión del “no sé… pero me opongo”.
Amigos y amigas solo desde el sentido común y desde la política internacional vigente me atrevo a hacer una pequeña reflexión:
No se puede gastar más de lo que se tiene. Cuando se hace, se comienza uno a hundir en la deuda, a comernos los intereses a no poder hacer frente a los pagos y en esas circunstancias si que es difícil, por no decir imposible, hacer política. Pasa en cualquier familia. Si lo que sale es más de lo que entra, si no podemos hacer frente a los pagos, estamos en un desequilibrio que tiene consecuencias negativas para toda la familia. Igual pasa en el Estado. Y no hace falta ser un economista, hace falta tener sentido común y responsabilidad.
Creo que es indispensable establecer una disciplina presupuestaria que afecte a todas las administraciones públicas. La austeridad no es de derechas ni de izquierdas, como no lo es el ahorro ni el gasto. Las partidas, a qué se destinan los presupuestos son los que van teñidos de una u otra ideología. Por eso, antes de oponernos sin saber, sepamos que quién gobierne la próxima legislatura será el que le ponga cifras y destino a los recortes. Ese es el día importante. Y quiero creer que ya sabemos por donde corta la derecha neoliberal conservadora. Si es tal el grado de confusión en el que nos encontramos que ni eso logramos distinguir… pues apaga y vámonos.

Un saludo
Gloria Calero

8 comentarios:

Dr Eduardo Millás dijo...

La decisión de Zapatero de promover una reforma de la Constitución para incluir el techo del déficit ha generado un clima de profundo malestar en buena parte del PSOE. En unos casos, por la propia naturaleza de la iniciativa: numerosos socialistas están en contra de elevar a rango constitucional –con las consecuencias restrictivas que ello implica– una herramienta muy útil aún en manos de los gobiernos para hacer frente a los vaivenes económicos. En otros casos, por la inoportunidad de la misma: a sólo tres meses de las elecciones generales y con unas encuestas bastante adversas. El candidato Rubalcaba ha expresado en anteriores ocasiones su rechazo a incluir el techo del déficit en la Constitución; y, en el terreno práctico, la decisión de Zapatero puede perjudicar sus esfuerzos por atraer a los ya muy decepcionados votantes izquierdistas. Por ello, cabe entender que ahora intente marcar distancias con una iniciativa que, según ha subrayado el propio candidato, se la comunicó el presidente del Gobierno como un hecho consumado tras pactarla con el líder del PP. La posición de Rubalcaba es muy complicada, ya que no se prevé que vote contra la reforma o que exija un referéndum para ratificarla, como ayer reclamaban más de 70.000 ciudadanos en las redes sociales. Dentro de su estrecho margen de maniobra, propugnará ampliar el consenso en torno al polémico proyecto legislativo –con el objetivo de que se incorporen CiU y, algo casi imposible, IU– y lograr garantías para que la reforma no afecte al Estado del bienestar. La incógnita es si conseguirá que los votantes entiendan –y, sobre todo, acepten– sus argumentos.

saludos
Tu ártículo sobre el techo de gasto, me parece
de derechas

Dr Eduardo Millás

Matías Lleida Economista dijo...

Crisis económica igual a crisis fiscal, salida de la crisis igual a austeridad presupuestaria”. Esto es lo que ha quedado de las ampulosas proclamas de los líderes europeos que se plantearon reformar o incluso refundar el capitalismo en los primeros momentos de la gran recesión. Poco importa que esta crisis se haya incubado en los mercados financieros del centro capitalista, inmersos en una deriva cada vez más especulativa; o que en su origen se encuentre una distribución de la renta y la riqueza crecientemente desigual; o que se superponga a una colosal crisis de supervivencia y medioambiental.
Nada de esto importa. La agenda política de los gobiernos, la de Bruselas y la de las agencias internacionales han situado las cuentas públicas en la diana. Como lo ha hecho una parte de los economistas, los que hasta hace poco reivindicaban la eficiencia de los mercados realmente existentes, aportando análisis y teorías que, cargados de ideología, se presentaban como portadores de verdades y principios incontrovertibles.
Lo cierto, sin embargo, es que la deuda y los déficits públicos no son la causa de la crisis sino su consecuencia. La recesión económica (primero) y el bajo crecimiento (después) han mermado los ingresos de los estados nacionales, que, en paralelo, han encauzado cantidades ingentes de recursos a los bancos, sin exigirles a cambio compromiso alguno en cuanto al destino de los fondos recibidos y, por supuesto, sin entrar en sus consejos de administración. Los mismos bancos que han recibido dinero público en condiciones privilegiadas han continuado remunerando generosamente a sus directivos y grandes accionistas, utilizando el dinero de todos para especular contra la deuda soberana de los países, obteniendo de este proceso suculentos beneficios. La crisis provocada por los mercados se ha convertido así en una crisis pública con la que se enriquecen los mismos mercados.
Matías Lleida
Economista

Joana Pertez López dijo...

Zapatero le había cogido gusto a marcharse y, como cada día se iba un poco, no ha pillado de sorpresa un adelanto de las elecciones que todo el mundo daba por descontado, incluido él mismo y desde hace algún tiempo como nos dijo ayer. No tenía otra el presidente una vez proclamado Rubalcaba como candidato y conocidas la líneas generales de su programa, tan distintas a las que el Gobierno ha venido aplicando que hubieran pasado por las de un partido de oposición. El anticipo era obligado por eso y por la presión de unos mercados que, en descriptiva expresión de Gaspar Llamazares, han demostrado que también pueden llamar a las urnas.

Siendo Zapatero, a juicio del PP, la principal rémora del país no sabe uno cómo interpretar que la prima de riesgo no haya caído en picado o que la Bolsa de aquí y hasta la de Wall Street no se disparasen en el acto, por lo que habrá que suponer que los inversores están ya de vacaciones y no han podido leer la buena nueva en los teletipos de Reuters. Más extraño aún es el no haber tenido constancia de la disolución de ETA, tal era la certidumbre de los populares de que Zapatero demoraría la convocatoria hasta recibir el comunicado de la banda con su cierre por fin de existencias.

Nos espera una larga campaña electoral hasta noviembre, aunque nadie notará mucha diferencia en el debate político salvo por las fotos de dos señores con barba que veremos en las farolas. Uno de ellos, Rajoy, prometía rápidamente no hacer recortes sociales y gobernar desde el centro, un lugar hacia el que el gallego lleva viajando más años que Marco Polo. Allí se encontrará sólo con una pierna de Rubalcaba porque la otra se ha situado ya en la izquierda para atraer a los desencantados, al estilo del coloso de Rodas pero en modesto.

Fiel a sus nuevas costumbres, Zapatero seguirá reformando hasta su último aliento y prepara un decreto póstumo con reforma incluida del impuesto de sociedades. De hecho, ya se modificó el año pasado con tal éxito que la caída de la recaudación ha sido estrepitosa. Su gestión como presidente es discutible; como asesor fiscal no tiene precio.
Joana Pertez López

Chema Cáneva dijo...

como bien han señalado Joseph Stiglitz, Paul Krugman, Dean Baker y toda una larga lista de economistas que poseen mayores conocimientos económicos que tales dirigentes políticos, las políticas de recortes de gasto público (incluyendo gasto público social) en este momento de recesión son contraproducentes, pues reducen todavía más la demanda de bienes y servicios, que está estancada como resultado de que la población está enormemente endeudada y, por lo tanto, tiene escasa capacidad de compra y consumo. Grecia, Irlanda y Portugal están mostrando que la reducción del gasto público les está abocando a una continua recesión. De ahí que el argumento de que recortando en momentos de recesión el gasto público se facilitará la recuperación económica es poco creíble. En realidad, la propia experiencia española demuestra el error de tal supuesto. Los recortes de gasto público están contribuyendo al estancamiento de la economía española.
Igualmente sorprendente es la argumentación, bastante extendida entre dirigentes del PSOE, que señala que los cambios supuestamente introducidos por su candidato, Alfredo Pérez Rubalcaba, salvan tal reforma porque garantizan la supervivencia e incluso refuerzan el Estado del bienestar. Así, Felipe González señaló recientemente (30-08-11) que, aun cuando la propuesta inicial del Partido Popular –que era exigir un déficit cero en los presupuestos venideros– era un “disparate”, saludó, sin embargo, la propuesta final aprobada, gracias a la intervención del candidato Rubalcaba, que permitirá un déficit de un 0,4% del PIB. Tal porcentaje es, a todas luces, excesivamente bajo. En realidad, en los últimos 20 años, tal como ha subrayado David Lizoain, ni la zona euro, ni la OCDE en su conjunto tuvieron un déficit estructural inferior al 0,4% ni un sólo año. Alemania lo consiguió sólo un año, EEUU, tres años, Reino Unido, cuatro, y España, también cuatro, a costa, por cierto, de tener el gasto público por habitante más bajo de la UE-15.
Se podría argumentar que los países escandinavos de tradición socialdemócrata, y muy en particular Suecia, han sido países con gran número de años con superávit en sus presupuestos nacionales. Ahora bien, su carga impositiva es mucho mayor que en España y los ingresos al Estado representan un porcentaje mucho mayor del PIB que España. Las cifras hablan por sí mismas. En España, tales ingresos representan sólo un 32% del PIB, mientras que en Suecia son un 52%. En realidad, si España tuviera la política fiscal de Suecia, su Estado ingresaría 200.000 millones de euros más, cantidad suficiente para eliminar el déficit del Estado y corregir el enorme déficit de gasto público social de España.
Es poco probable, sin embargo, que las fuerzas que están pactando el déficit del 0,4% favorezcan un incremento sustancial de los impuestos y de su progresividad (los ricos en España tributan sólo el 20% de lo que tributan los ricos en Suecia). En realidad, durante estos últimos 15 años, ambos partidos han estado reduciendo los impuestos, debilitando su progresividad.

saludos

Chema Cáneva

Micaela Ponte Ruiz dijo...

A punto de reformarse al descuido el artículo 135 de la Constitución, ese en el que prometeremos pagar antes a los tenedores de deuda pública que los tratamientos contra el cáncer, el único interrogante que permanece abierto es si los ricos del país aceptarán el envite del PP y pedirán, como han hecho sus colegas alemanes y franceses, que suban sus impuestos para solucionarnos la vida y el déficit. De momento no ha habido reacción alguna de nuestros más afamados millonarios, a los que, por lo demás, especialmente en lo deportivo, se les supone un patriotismo inquebrantable.

Existen razones que justificarían su silencio. Es muy probable, por ejemplo, que sigan de vacaciones, ya que este mes de agosto ha sido de locos y muchos habrán permanecido de guardia para especular a la baja en Bolsa en vista de que los mercados se iban a pique. De hecho, a la única rica a la que se ha escuchado este pasado mes y con dificultad ha sido a la duquesa de Alba, aunque al parecer sólo hablaba de su boda. No es que hubiera aclarado mucho, porque desde que Cayetana repartió la herencia entre sus hijos puede que ya no sea ni rica sino simple clase media acomodada.

El otro gran motivo es conceptual. Nuestros ricos no saben lo que son los impuestos en la medida en que nunca los han pagado en primera persona sino a través de empresas, SICAV y otras sociedades interpuestas, y, hasta que cerró, pensaban que comer en El Bulli no era un homenaje a los sentidos en plan lujo asiático sino un gasto deducible del que se ocuparía el contable. De ahí que les parezca precipitado pensar en subirse algo que ni siquiera tienen bajo, lo cual sería difícil de explicar incluso en una clase de Barrio Sésamo.

Lo más conveniente sería ponérselo fácil, con una reforma fiscal que cumpliera el artículo 31 de la Constitución y que, salvo que PSOE y PP decidan cambiarlo este fin de semana, establece la igualdad y la progresividad tributaria, para que cada cual contribuya al gasto público de acuerdo a su capacidad económica. ¿Qué los ricos paguen más? Con que pagasen lo que les corresponde ya iríamos bien servidos.

saludos

Micaela Ponte Ruiz

Jordi Mompó dijo...

Se supone que la razón que llevó a Zapatero a pactar con Rajoy una reforma constitucional exprés a espaldas de su propio partido y del resto del arco parlamentario era en esencia la misma que invocó para justificar en mayo de 2010 el repentino giro en su política económica: evitar que España cayera al pozo sin fondo en el que hoy se encuentran Grecia, Irlanda y Portugal. Imposible demostrar lo que pudo haber sido y no fue. Lo cierto es que la prima de riesgo (madre de todos los baremos que miden la solvencia de un país europeo) volvió a superar ayer los 300 puntos, siguiendo clónicamente la misma montaña rusa por la que circulan la prima italiana o la francesa. Es decir, los mercados no parecían estar muy pendientes del vodevil negociador PSOE-PP-CiU en el Congreso ni del hábil veto de Gaspar Llamazares a las complicadísimas enmiendas transaccionales. En caso de que pudiera saberse lo que preocupa a los inversores más allá de sus ganancias inmediatas, cabría deducir que se trata de la debilidad del euro, de las dudas sobre el segundo rescate a Grecia o de la incertidumbre en EEUU. Si acaso, los mercados empiezan a sufrir ante la evidencia de que han apretado tanto la soga a los gobiernos que han ahogado el crecimiento, lo cual pone en riesgo sus propios intereses. De modo que la reforma constitucional no sólo es muy discutible en el fondo y en la forma, sino que (a la vista de los datos) tampoco sirve para el supuesto objetivo que perseguía.
saludos
Jordi Mompó

Laura Podestá dijo...

El apático lenguaje con el que los poderes económicos nos cuentan la crisis recuerda a las instrucciones de seguridad de los aviones: esos folletos plastificados, asépticos, donde explican que las salidas de emergencia están allí, aquí y allá, con ilustraciones de una madre que coloca una mascarilla de aire a su hija con la misma expresión de aburrimiento del que se lava los dientes después de un madrugón.

Un ejemplo: la directora gerente del FMI, Christine Lagarde, dijo ayer, sin apenas levantar la voz, que estamos cerca de “un nuevo revés económico a escala global”, que hay que “fomentar el ahorro estatal” y que hace falta que “los bancos europeos sean recapitalizados” para “evitar una inminente espiral descendente”. Con estas sedantes palabras, como el que te cuenta que el avión llegará con un poco de retraso, el FMI confirmó ayer que nos vamos a la mierda otra vez, que hay que seguir podando el gasto social, que hay que trabajar más, que hay que cobrar menos, que hay que jubilarse más tarde, que hay que resignarse y no protestar y que, por supuesto, la banca privada necesita más dinero. Dinero público. Tu dinero.

La “espiral descendente” de la que habla Lagarde no es una bonita pirueta que acaba en tirabuzón mientras el público exclama un “oh”. El avión puede entrar en barrena –esta semana pinta especialmente mal– y la única solución que nos ofrecen desde la cabina del piloto, dictada desde los sillones de primera clase, es la de siempre: austeridad para las cuentas públicas, generosidad para la banca privada. Lo peor no es que la receta sea tremendamente injusta. También es una fórmula cuya eficacia, tres años después de que arrancase esta crisis, aún está por demostrar. Siento disentir
con usted Gloria. Un saludo cordial.
Laura Podestá

Joaquín Urroz dijo...

Se cumplen este mes tres años del comienzo ‘oficial’ de la crisis, que hemos acordado fijar en la quiebra de Lehman Brothers. Aunque llevábamos ya muchos meses con la crisis en la boca –recuerden la campaña electoral del 2008, y la resistencia de Zapatero a pronunciar la palabra maldita-, y las economías europeas ya estaban en dificultades, es aquel septiembre negro, que sacudió las bolsas y movilizó a los líderes mundiales en varias cumbres sonadas, el que ha quedado como pistoletazo de salida de la crisis.

La fecha de inicio ya la tenemos: 2008. La que no sabemos, claro, es la fecha de cierre, de modo que vamos actualizándola. En la Wikipedia, la popular enciclopedia que hace de su rapidez de actualización su mayor atractivo, publicaron por aquel entonces un artículo titulado Crisis económica de 2008. Desde entonces ha sido ampliado y modificado varias veces, empezando por el título, que en cada enero ha sido corregido: paso a llamarse Crisis económica de 2008-2009, hasta que al siguiente enero se actualizó a 2008-2010, y en su versión última es Crisis económica de 2008-2011, aunque habrá que cambiarlo de nuevo tras comernos las próximas uvas. Más listos son en la versión francesa, que usan la fórmula 2008 et après, y así se ahorran tener que estar pendientes de actualizarlo cada enero.

Ahora, tres años después, viene el FMI y dice que estamos en riesgo de entrar en una nueva recesión, aún peor. No es el único: las previsiones económicas europeas se revisan una y otra vez a la baja, y en el caso de España el mejor de los escenarios para el próximo lustro es que nos quedemos como estamos, pues los escenarios alternativos son todavía peores.

¿Qué hacemos ante un panorama así? ¿Seguimos quitando hojas del calendario, actualizando la fecha de la Wikipedia, a la vez que insistimos en políticas de ajuste y reformas que no sólo no nos han sacado del pozo, sino que nos están hundiendo más profundo? Pues si va a ser así, yo propongo dejar de llamar crisis a lo que estamos viviendo, y considerarlo la normalidad, el capitalismo que nos espera de por vida, con miseria creciente y retrocesos sociales imparables. Así por lo menos abandonamos toda esperanza de ponerle algún día la fecha de cierre, y empezamos a pensar que quizás esto no tiene arreglo, no por este camino, y que tal vez hay que ir pensando en otra cosa.

saludos.

Joaquín Urroz
Barcelona