jueves, 8 de septiembre de 2011

TODOS SOMOS PATRIA... COMO NOS DICE BORGES





Estimados amigos y amigas:
Varias veces he puesto aquí letras de Borges. Estas, que se refieren a su Argentina, creo que nos vienen muy bien hoy a nosotros, muchos se creen “ la patria”, los dueños y señores de verdades y destinos, nunca me han gustado los "salvadores" siempre he preferido los "trabajadores". Este fin de semana quiero compartirlo con ustedes. Nadie es la patria, pero todos lo somos y eso es lo que debemos salvar.


ODA ESCRITA EN 1966

Nadie es la patria. Ni siquiera el jinete
que, alto en el alba de una plaza desierta,
rige un corcel de bronce por el tiempo,
ni los otros que miran desde el mármol,
ni los que prodigaron su bélica ceniza
por los campos de América
o dejaron un verso o una hazaña
o la memoria de una vida cabal
en el justo ejercicio de los días.

Nadie es la patria. Ni siquiera los símbolos.
nadie es la patria. Ni siquiera el tiempo
cargado de batallas, de espadas y de éxodos
y de la lenta población de regiones
que lindan con la aurora y el ocaso,
y de rostros que van envejeciendo
en los espejos que se empañan
y de sufridas agonías anónimas
que duran hasta el alba
y de la telaraña de la lluvia
sobre negros jardines.

La patria, amigos, es un acto perpetuo
como el perpetuo mundo. (Si el Eterno
espectador dejara de soñarnos
un solo instante, nos fulminaría,
blanco y brusco relámpago, Su olvido.)

Nadie es la patria, pero todos debemos
ser dignos del antiguo juramento
que prestaron aquellos caballeros
de ser lo que ignoraban, argentinos,
de ser lo que serían por el hecho
de haber jurado en esa vieja casa.
somos el porvenir de esos varones,
la justificación de aquellos muertos;
nuestro deber es la gloriosa carga
que a nuestra sombra legan esas sombras
que debemos salvar.

Nadie es la patria, pero todos lo somos.
Arda en mi pecho y en el vuestro, incesante,
ese límpido fuego misterioso.


Un saludo y buen fin de semana
Gloria Calero

1 comentario:

Ana Gascón dijo...

Estoy convencida de que toda esta penosa tiranía de los Mercados que soportamos con resignación o con rabia, pero en cualquier caso con temor, no es más que una cuestión de fe. Nada novedoso en estos tiempos en los que buena parte de nuestra vida transcurre en el terreno de lo virtual. Nuestros miles de amigos de las redes sociales, por ejemplo, no son más que bits, infinitas combinaciones matemáticas que vagan por el espacio inaprensible, como fantasmas, sin que sepamos realmente lo que hay detrás de ellas. Y, sin embargo, creemos a pies juntillas que son quienes dicen ser. Cuánta fe.
De la misma manera, el capitalismo actual, ese que está a punto de arrasar nuestro aún joven mundo de derechos y merecido bienestar, se basa en nubes y humo, en un éter fluido que va y viene de un lado para otro, sobrevolando países y continentes. Y uno cree en el éter o no cree en el éter. Esa es la cuestión. Todo es un misterio tan insoluble como el de la Santísima Trinidad. Estás convencido de que el Dios de los Mercados es Uno y Trino, y entonces compras bonos y valores y primas de riesgo y todas esas cosas que yo, al menos, ni siquiera sé lo que son. Es más, ni siquiera sé si existen.
Lo que es a mí, ese Dios arcano no me ha concedido su gracia. A este respecto, no soy más que una atea. Y para los ateos, esa divinidad inmaterial sólo es una especie de gas tóxico, que contamina, envenena y hasta mata. Pero lo bueno de los gases, éteres y demás fluidos, es que acaban disolviéndose. Un día, como por arte de magia, ya no están, ¡bluf!, y lo único que quedan son motitas de polvo invisible


Ana Gascón