miércoles, 1 de septiembre de 2010

LA PENA DE MUERTE EN EL SIGLO DE LOS DERECHOS HUMANOS


Estimados amigos y amigas:
Un amigo de este Blog me ha sugerido este tema, que creo interesante analizar, a estas alturas del desarrollo de la civilización y en el siglo donde han saltado todas las alarmas en torno al futuro de la vida, ya sea de la naturaleza y su biodiversidad como la del ser humano mismo.
En primer lugar, quiero decirles que me parece una barbaridad y me resisto a aceptar que el Estado pueda ser dueño de la vida o de la muerte de un ser humano. No entro en cuestionar el delito por el cual fuera condenado, lo que cuestiono es si la pena de muerte es el castigo civilizado que se merece un ser humano, por parte del Estado, amparandose en leyes, que se pueden cambiar y de hecho se cambian cuando interesa.
El uso de la ejecución formal como castigo se remonta prácticamente a los principios mismos de la historia escrita. Pero, conforme hemos ido evolucionando estas practicas se han ido erradicando, en la mayoría de países que pasaron de un régimen autoritario a uno democrático, una de las primeras medidas fue abolir la pena capital, como otras practicas autoritarias de la vida social que tambien han ido cambiando.
El paradigma de la contradiccion esta en EEUU, que, como sabemos, presume de ser la democracia más desarrollada del mundo, pero en varios de sus Estados, ya no la horca, pero sí la inyección letal, sigue siendo la pena de muerte la condena máxima para determinados delitos. Son capaces de emprender “cruzadas” para salvar una ballena… que tambien, pero guardan silencio, miran a otro lado e incluso aplauden, ante la atrocidad de ese corredor de la muerte para el ser humano que sigue vigente con justificaciones creo yo injustificables. Obama, premio Novel de la Paz y abanderado según su intención manifiesta de la civilización, la democracia y los derechos humanos en el mundo y que no haya entrado en la total abolicion de la pena capital, supongo que aun es pronto, no ha tenido tiempo, pues estoy convencida de que ni su estilo, ni su ideario politico pasa por no hacer esa reforma tan importante.
Está claro que, para algunos, es un tema controvertido, dependiendo de qué lado de la posición ética nos pongamos. Los partidarios de la misma argumentan que su aplicación reduce el delito, previene su repetición y es una forma de castigo adecuada para, por ejemplo, el asesinato.
Yo estoy con los detractores que argumentan que no reduce el crimen y conduce a ejecuciones de algunos inocentes y supone una discriminación de hecho contra las minorías y los pobres que puedan no tener recursos suficientes en el sistema legal y el derecho a una legítima defensa. Ya el siglo XII, el académico sefardí Maimonides escribió: “Es mejor y más satisfactorio liberar a un millar de culpables que sentenciar a muerte a un solo inocente”. La preocupación de este pensador era la tendencia creciente a ser condenado a muerte de acuerdo con el capricho del juez, por eso creía, ya en el siglo XII, que eran mucho más dañinos los errores por comisión que los errores por omisión.
En mi opinión es una gran deuda de la democracia americana, un párrafo ausente en la agenda de Obama elevar la protección de la vida, su derecho, hasta incluso a aquellos que en el juicio rápido de la reacción instintiva no se merezca vivir. Pues es, precisamente allí, donde se juzga o se nos juzga en qué grado de civilización nos estamos moviendo como ciudadanos y ciudadanas, sujetos de derechos y obligaciones. Quizás sea el desafío de hacer cumplir la ley sin que la ley se convierta en un absolutismo irreversible más allá del derecho humano, que asiste hasta el más inhumano. Es el desafío de ser más civilizados dentro de la civilización en la que estamos, proceso que, espero, no acabe nunca, pues nunca debemos dejar de lado la posibilidad de ser más humanos dentro de los derechos y obligaciones que nos corresponden como sociedad organizada.
Un saludo
Gloria Calero

5 comentarios:

Dr Juan Matías Ubón Costa dijo...

La ejecución de criminales y disidentes políticos ha sido empleada por casi todas las sociedades en un momento u otro de su historia, tanto para castigar el crimen como para suprimir la disensión política. Actualmente el uso de la pena de muerte ha sido abolido en casi todos los países europeos (excepto Bielorrusia), y la mayoría de los correspondientes a Oceanía (como Australia, Nueva Zelanda y Timor Oriental).La mayoría de países latinoamericanos han abolido completamente la pena de muerte, mientras que los Estados Unidos de América, Guatemala y la mayoría de los estados del Caribe la mantienen en vigor, y en Chile, Brasil la contemplan como castigo en situaciones excepcionales, como por ejemplo para castigar la traición cometida en tiempo de guerra. En Asia la pena de muerte está permitida en democracias como Japón e India. En África, se aplica aún la pena de muerte en democracias como Botswana y Zambia.
En muchos países donde aún se aplica la pena de muerte, se la reserva como castigo para crímenes de asesinato, espionaje, traición, o como parte del Derecho militar. En algunos países se aplica también para castigar delitos sexuales, siendo considerados como tales el adulterio o la sodomía. También se castiga con pena de muerte en otros países la apostasía, la renuncia formal a la propia religión. En muchas naciones «retencionistas» (es decir, países que aún aplican la pena de muerte), el narcotráfico es también susceptible de ser castigado con la pena de muerte. En China, el tráfico de personas y los casos graves de corrupción política son castigados con la pena de muerte. En algunos países la pena de muerte se utiliza por motivos políticos, con la máxima difusión posible, como «escarmiento» de masas: en 2007 en Corea del Norte el director de una empresa fue ejecutado públicamente en un estadio deportivo, ante 150.000 personas1 como castigo por haber realizado llamadas telefónicas al extranjero.
En las fuerzas armadas de todo el mundo, las cortes marciales y consejos de guerra han aplicado la pena capital en delitos de cobardía, deserción, insubordinación y motín.

saludos
Dr Juan Matías Ubón Costa

Marina Cánepa Vidal dijo...

Entre 18.000 y 27.000 personas siguen condenadas a muerte en todo el mundo. A lo largo del año 2007 fueron ejecutadas al menos 1.252 personas en 24 países. Al menos 3.347 personas fueron condenadas a muerte en 51 países. Estas cifras son sólo mínimas; las cifras reales son, sin duda, mucho más elevadas.
En el año 2007, el 88 por ciento de las ejecuciones conocidas fueron realizadas en cinco países: Arabia Saudí, China, Estados Unidos, Irán y Pakistán. Arabia Saudí tenía el índice más alto de ejecuciones per cápita, seguido de Irán y Libia.

La cifra total de personas condenadas a muerte y en espera de ejecución es difícil de determinar. A finales de 2007 se calculaba que oscilaba entre 18.311 y 27.562, según la información de grupos de derechos humanos y medios de comunicación, y de las limitadas cifras oficiales disponibles, pero también se sabe que muchas ejecuciones no son informadas por los estados.

Marina Cánepa Vidal

Monserrat Alcides dijo...

La lapidación es un medio de ejecución muy antiguo, consiste en que los asistentes lancen piedras contra el reo, hasta matarlo. Como una persona puede soportar golpes fuertes sin perder el conocimiento, la lapidación puede producir una muerte muy lenta. Esto provoca un mayor sufrimiento en el condenado, y por ese motivo es una forma de ejecución que se abandonó progresivamente a medida que se iban reconociendo los derechos humanos, junto con medidas como la tortura.
Actualmente, este procedimiento está localizado principalmente en países de África, Asia u Oriente Medio donde se castiga a las personas que mantienen relaciones sexuales ilegales. La ejecución por lapidación suele llevarse a cabo estando el reo tapado por completo con una tela (para no ver los efectos), enterrado hasta el cuello o atado de algún modo mientras una multitud de gente le tira piedras. Está extendido especialmente en países musulmanes de corte social fanático-radical de aplicación de la sharia también denominado fundamentalismo islámico.

Un saludo
Monserrat Alcides

Ramón Gimenez dijo...

Lo que debería existir es la pena de muerte política, para los corruptos, deshonestos y maltratadores de la democracia.

Gloria Calero dijo...

Estimado Ramón:
Metafóricamente existe, no es nada cruenta y la tenemos en nuestra mano, EL VOTO.
Un saludo
Gloria Calero