viernes, 12 de noviembre de 2010

LLUVIA NEGRA



Amigos y amigas:
Les voy a ser sincera. Estoy cansada, estoy harta del discurso agresivo, gruñón, melancolico y de la protesta por todo o por nada, con o sin motivo que se ha instalado en nuestra sociedad.
Me gustaría compartir con ustedes este fin de semana, el cuento de “la lluvia negra” casi infantil en una primera lectura, pero una lección, si profundizamos un poco en él y en nuestra actitud ante la vida, ante los demás y ante nosotros mismos. Espero que lo disfruten:

Gustavo Gruñetas nunca está contento con nada. Tenía muchos amigos y unos papás que le querían con locura, pero él sólo se fijaba en lo que no tenía o lo que estaba mal. Si le regalaban un coche, era demasiado grande o demasiado lento; si visitaba el zoo, volvía triste porque no le habían dejado dar de comer a los leones, y si jugaba al fútbol con sus amigos, protestaba porque eran muchos para un solo balón...
Pero no contaba Gustavo con Jocosilla, la nube bromista. Un día que paseaba por allí cerca, la nube escuchó las protestas de Gustavo, y corrió a verle. Y según llegó y se puso sobre su cabeza, comenzó a descargar una espesa lluvia negra. Era su broma favorita para los niños gruñones.
A Gustavo aquello no le gustó nada, y protestó aún mucho más. Y se enfadó incluso más cuando vio que daba igual a dónde fuera, porque la nube y su lluvia negra le perseguían. Y así estuvo casi una semana, sin poder escapar de la nube, y cada vez más enfadado.
Gustavo tenía una amiguita, una niña alegre y bondadosa llamada Alegrita, que fue la única que quiso acompañarle aquellos días, porque los demás se apartaban por miedo a mojarse y acabar totalmente negros. Y un día que Gustavo estaba ya cansado de la nube, le dijo:
- ¿Por qué no te animas? Deberías darte cuenta de que eres el único niño que tiene una nube para él, ¡y encima llueve agua negra! Podríamos jugar a hacer cosas divertidas con la nube, ¿no te parece?
Como Alegrita era su única compañía, y no quería que se fuera, Gustavo aceptó de muy mala gana. Alegrita le llevó hasta la piscina, y allí le dejó hasta que toda el agua se volvió negra. Entonces fueron a buscar otros niños, y aprovechando que con el agua negra no se veía nada ¡estuvieron jugando al escondite! Aún a regañadientes, Gustavo tuvo que reconocer que había sido muy divertido, pero más divertido aún fue jugar a mojar gatos: Gustavo corría junto a ellos, y en cuanto sentían el agua, daban unos saltos increíbles y huían de allí a todo correr haciendo gestos divertidísimos. En muy poco tiempo, todos los niños del pueblo estaban con Gustavo proponiendo e inventando nuevos juegos para la nube. Y por primera vez, Gustavo empezó a ver el lado bueno de las cosas, incluso de las que al principio parecían del todo malas.
Entonces la nube Jocosilla pensó en despedirse e ir con otros niños, pero antes de abandonar a Gustavo, le regaló dos días enteros de lluvias de colores, con las que inventaron los juegos más brillantes y divertidos. Y cuando desapareció, Gustavo ya no protestó; esta vez sabía fijarse en las cosas buenas, y se alegró mucho porque por fin estaba seco y podía volver a jugar a muchas cosas.

Autor: Pedro Pablo Sacristán




Feliz fin de semana, se espera un sol estupendo.

Gloria Calero

7 comentarios:

Alejo Rico desde Alicante dijo...

Sin palabras, señora Calero. Parece un cuento hasta tonto, pero tiene la verdad profunda de lo que nos esta pasando... y, como si eso fuera poco, como siempre, la gota de sorpresa de un arco ires. Gracias por no dejarnos nunca desnudos y solos ante nuestra triste realidad y darnos siempre una salida esperanzadora. Que brille el sol!!!

Pep Joanes dijo...

Carta al Papa:
Confieso que ha acertado usted conmigo. Mis sentimientos se parecen mucho al anticlericalismo combativo. Es verdad que en este asunto, como en todos, soy incompatible con la violencia y que entre mis ilusiones no está la de quemar una iglesia. Pero la quema de una iglesia es un episodio coyuntural, propio de condiciones históricas muy particulares, que no sirve para definir el anticlericalismo. Sin quemar nada y sin perseguir sacerdotes, se puede sentir una indignación interior, una combustión interna, muy parecida al anticlericalismo, cada vez que alguien quiere humillar la razón a las supersticiones. Confieso que yo siento esa cólera al escuchar sus ideas sobre la ciencia, el dolor, la sexualidad, la muerte, la mujer y la dignidad humana. Como no he recibido el don de la fe, me parece una estafa inaceptable el mundo que usted representa.

Si se esfuerza un poco, no le resultará difícil entenderme. Cada cuál pertenece a su historia. Yo he nacido en un país en el que la jerarquía católica, siempre que estuvo en su mano, actuó con una agresividad muy violenta, quemando cuerpos y libros, persiguiendo herejes, abrazándose al poder terrenal y humillando a los más desfavorecidos. El enciclopedista Masson de Morvilliers preguntó en el siglo XVIII qué se podía esperar de un país que necesitaba el permiso de un cura para pensar. No cambiaron mucho las cosas en el siglo XIX y en buena parte del XX. Está muy cerca todavía el espectáculo de una Iglesia militante contra los valores democráticos, volcada en preparar y bendecir el golpe de Estado de 1936, las ejecuciones masivas y la dictadura. Le aclaro que hablo desde una experiencia histórica objetiva, nacional y católica, no tanto desde una experiencia particular. Yo tuve la suerte de encontrarme en mi adolescencia con curas obreros que luchaban a favor de los pobres y en contra de la dictadura. Pero esos curas, y su Teología de la Liberación, ahora cuentan muy poco, gracias a la burocracia partidista de la Iglesia y a las persecuciones disciplinarias
desatadas contra ellos por usted y su antecesor, Juan Pablo II.

gracias por permitirme publicar
esta carta en su excelente Blog,
señora Gloria Calero

Pep Joanes

Pep Joanes dijo...

Carta al Papa:
Confieso que ha acertado usted conmigo. Mis sentimientos se parecen mucho al anticlericalismo combativo. Es verdad que en este asunto, como en todos, soy incompatible con la violencia y que entre mis ilusiones no está la de quemar una iglesia. Pero la quema de una iglesia es un episodio coyuntural, propio de condiciones históricas muy particulares, que no sirve para definir el anticlericalismo. Sin quemar nada y sin perseguir sacerdotes, se puede sentir una indignación interior, una combustión interna, muy parecida al anticlericalismo, cada vez que alguien quiere humillar la razón a las supersticiones. Confieso que yo siento esa cólera al escuchar sus ideas sobre la ciencia, el dolor, la sexualidad, la muerte, la mujer y la dignidad humana. Como no he recibido el don de la fe, me parece una estafa inaceptable el mundo que usted representa.

Si se esfuerza un poco, no le resultará difícil entenderme. Cada cuál pertenece a su historia. Yo he nacido en un país en el que la jerarquía católica, siempre que estuvo en su mano, actuó con una agresividad muy violenta, quemando cuerpos y libros, persiguiendo herejes, abrazándose al poder terrenal y humillando a los más desfavorecidos. El enciclopedista Masson de Morvilliers preguntó en el siglo XVIII qué se podía esperar de un país que necesitaba el permiso de un cura para pensar. No cambiaron mucho las cosas en el siglo XIX y en buena parte del XX. Está muy cerca todavía el espectáculo de una Iglesia militante contra los valores democráticos, volcada en preparar y bendecir el golpe de Estado de 1936, las ejecuciones masivas y la dictadura. Le aclaro que hablo desde una experiencia histórica objetiva, nacional y católica, no tanto desde una experiencia particular. gracias por permitirme publicar
esta carta en su excelente Blog,
señora Gloria Calero

Pep Joanes

Concepción A. Miño dijo...

De entre las muchas excusas con las que este Gobierno equilibrista intenta eludir su responsabilidad histórica para no ofender al aliado marroquí, hay una especialmente sangrante: que lo que está pasando en El Aaiún “no es un asunto bilateral”, sino que corresponde a toda la comunidad internacional solucionarlo. Acabáramos. Así que el destino de la que fue la provincia número 53 de España –una colonia que la ONU considera que aún está bajo nuestra soberanía, pues fue ilegalmente abandonada– ya no es un problema nuestro que debamos discutir en esos cordiales encuentros donde mejor no mezclar la pesca con los derechos humanos.

El Sáhara Occidental y sus muertos se han convertido en una más de esas miserias africanas sin solución; ¿a quién pedir ayuda? Desde luego no a Francia, tradicional aliado de Marruecos, que incluso bombardeó al Polisario con sus aviones. Tampoco a EEUU, que no quiere otro estado débil en una zona caliente donde Al Qaeda se expande. ¿La UE? Más de lo mismo, que esta dictadura es un socio preferente.
saludos
Concepción Alba Miño

Carlos Rafael Costa dijo...

Los dirigentes territoriales del PSOE, que desde hace tiempo viven asustados por el trueno de los bombardeos demoscópicos –que, como los de la aviación, tienen sobre todo un impacto psicológico–, se sintieron el martes aliviados. Después de mucho tiempo asistiendo con resignación al desarrollo de un programa sobrevenido, han visto en la “nueva agenda social” la oportunidad de reconciliarse con sus señas de identidad y con su electorado, amén de recuperar un protagonismo perdido. Y, como dijo el manchego José María Barreda, “que los tuyos estén contentos quizá no sea condición suficiente, pero sí imprescindible” para salir a jugar con opciones de ganar. Zapatero, pues, también ha acreditado ante sus barones que atesora la otra cualidad básica del liderazgo: la capacidad de cambiar el estado de ánimo de los demás. Falta por saber si será capaz de acreditarla ante sus votantes.

El documento gubernamental debatido el martes por la cúpula del poder socialista contiene una confesión política en toda regla que, quizá por su palmaria evidencia, ha pasado desapercibida. La confesión de que Zapatero, y con él las huestes socialistas, se apresta a cruzar el jueves su particular Rubicón: “Después de la ruptura del Diálogo Social y de la huelga general del 29 de septiembre, y a las puertas de las elecciones autonómicas y municipales de mayo de 2011, no es necesario resaltar que debemos acertar en la reforma de las políticas activas de empleo porque un éxito político y social en esta materia, y en este concreto momento, sería altamente beneficioso para todos”.

saludos

Carlos Rafael Costa

Anónimo dijo...

Resulta que un mal gobierno,el ultimo de la dictadura,hizo una barbaridad,no descolonizando bien el Sahara,dejandoselo a los Sahaguis,y ahora resulta que despues de 35 años,la culpa la tiene Zapatero.Me ha gustado su cuento,Javier

Xavi Torres Puig dijo...

En relación al conflicto del Sahara Occidental, el Gobierno español mira otra vez para otro lado, la UE no hace nada, la ONU propone una reunión que probablemente no sea más que de cara a la galería, mientras que no hay nadie a quien no le escandalice los más de 10 muertos y cientos de heridos y desaparecidos resultado del ataque al campamento saharaui de El Aiun, punta del iceberg de un conflicto que no ha sido seriamente abordado en sus 35 años de historia.

Marruecos está mostrando lo que es, una democracia de mentira que antepone su ambición al respeto de los derechos humanos, que usa la violencia frente a una acción pacífica de miles de saharauis que buscan una solución al conflicto entre ambas partes, que debe ser también responsabilidad de España. Curiosamente, Marruecos ganó este territorio mediante una aparentemente acción no violenta y una política de hechos consumados, que dejó a los saharauis sin la posibilidad de elegir su futuro tal y como lo hicieron tantas otras colonias del continente africano.

Es cierto que la realpolitik pesa desgraciadamente más que lo el sentido común dicta que se debe hacer, ya que España no quiere poner en juego a Ceuta y Melilla, la gran cuota pesquera a la que tiene acceso en el país vecino, el (des)control de la llegada de pateras y la estabilidad de cientos de miles de marroquís que viven en territorio español, a quienes no creo que debamos hacer responsables de lo que hagan las autoridades de su país de origen y algunos de sus compatriotas.

saludos

Xavi Torres Puig